Así la viví:
El domingo, a las 5:55, me sonó
el despertador. Mucho sueño, pero me levanté de un tiro. La emoción de lo que
iba a acontecer durante el día de ayer venció a la tentativa de apurar un rato
más sumido en las sábanas. Ducha matutina y trayecto de media hora en coche de
Alcora a Vila-real.
Allí ya se estaba fraguando algo
grande. Los 173 autobuses estaban
aparcados en sus lugares correspondientes, esperando a sus pasajeros para enfilarse
a Barcelona. La imagen de los autocares en la calle habla por sí sola. La
estampa, histórica.
Junto a varios/as compañeros/as
de mi autocar, nos dirigimos al nuestro, el número 61. Somos de los primeros en
partir. A las 8:15, más o menos, emprendemos rumbo a Barcelona. A medida que
nos vamos acercando a nuestro destino, la afición entona los cánticos de su
equipo. Se nota un ambiente festivo. La
ilusión se palpa.
Cerca de las 12:00, llegamos a
Barcelona. El autobús nos deja en la zona de las instalaciones del F.C.
Barcelona. Allí ya se distingue el amarillo, color que va aumentado a medida
que va llegado la marea proveniente de tierras castellonenses.
Después de comer, sobre las
16:30, las calles colindantes al Mini Estadi están infestadas de aficionados enfervorizados esperando la
llegada del autobús del equipo. Este da un rodeo inesperado y, cuando
aparece ante la afición, estalló al unísono un grito de júbilo. Algunos
jugadores, al ver dicha estampa, afirmaron que se les saltaban las lágrimas. Se
contagiaron de la ilusión de una afición entregada en cuerpo y alma a ellos.
La afición, más entregada que nunca, no cesó de animar y convirtió el partido en una fiesta. Al Villarreal le costó entrar pero, con el apoyo incondicional de la grada, sacó este trascendental duelo adelante. El 0-3 le permite mantenerse segundo, empatado a puntos (74) con el tercero, el Almería. Precisamente, en la última jornada ambos se enfrentan en una final con sabor a Primera. Al Submarino le vale con el empate para subir. Al Almería, solo el triunfo. El que salga mal parado, a jugársela en el play off.
Al final, el equipo fue despedido con vítores. Los jugadores respondieron dando las gracias. Fernando Roig y Marcelino se dieron una vuelta por el césped y recibieron una sonora ovación por parte de una afición encantada con su presidente y entrenador.
El trayecto de vuelta en el
autobús no se hizo largo. El cansancio hacía mella, pero tocaba redactar la
crónica en el I-Pad. La afición, mientras tanto, seguía de fiesta, cantando, ya
con el último y trascendental duelo de la temporada en mente. Al llegar a casa,
el sueño enseguida llegó después de un día frenético y, sobre todo, muy bonito.
El Villarreal - Almería promete
otra exhibición de la afición. Las colas
para recoger las entradas ya se han manifestado. Posiblemente, El Madrigal
registrará el lleno o poco faltará. El ‘tornarem’, a un partido de hacerse real
y la afición seguro que sigue haciendo de las suyas. Como el ‘submarino
amarillo’ logre su objetivo se va a liar parda… Aunque, como ya se sabe, no hay
que vender la piel del oso antes de cazarlo.
Personalmente, he de confesar que
me siento sorprendido. Veo a la hinchada muy apasionada, incluso más que cuando
se consiguió el subcampeonato de Liga o las semifinales de Champions. Esta
afición ha sufrido mucho con el descenso y, luego, con la dificultad para
llegar hasta donde el equipo está ahora. Forma parte de la tripulación del
‘submarino amarillo’ y ambos han cruzado las aguas amargas para llegar a las
dulces. Lo vivido en Barcelona fue algo mágico y digno de vivir.
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